UECE 2008

Kassim era un hombre enfermizo, joyero de profesión, bien que no tuviera tienda establecida. Trabajaba para las grandes casas, siendo su especialidad el 1montaje de 3piedras preciosas. Pocas manos como las suyas para los engarces delicados. Con más arranque y habilidad comercial, hubiera sido rico. Pero a los treinta y cinco años proseguía en su pequeño taller en el sótano de su vivienda.

Kassim, de cuerpo mezquino, rostro exangue sombreado por rala 4barba negra, tenía una mujer exquisita y fuertemente apasionada. La joven, de 2origen callejero, había aspirado a un más alto enlace. Esperó hasta los veinte años, provocando a los hombres y a sus vecinas con su cuerpo. Temerosa al fin, aceptó nerviosamente a Kassim.

7Sin embargo, no mas suenos de lujo. Su marido - habil artista 8aun - carecia completamente de caracter para hacer una fortuna. Por lo cual, mientras el joyero trabajaba doblado sobre sus pinzas, ella, de codos, sostenia sobre su marido una lenta y pesada mirada, para arrancarse algo bruscamente y seguir con la vista tras los vidrios al transeunte de posicion que podia haber sido su marido.

Cuanto ganaba Kassim, no obstante, era para ella. Los domingos trabajaba tambien a fin de poderle ofrecer un suplemento. Cuando Maria deseaba una joya - ¡y con cuanta pasion deseaba ella! - trabajaba de noche. Despues habia tos y puntadas al costado; pero Maria tenia sus chispas de brillante. Poco a poco el trato diario con las gemas llego a hacerle amar la tarea del artifice, y seguia con 5ardor las intimas delicadezas del engarce. Pero cuando la joya estaba concluida - debia partir, no era para ella - caia mas hondamente en la decepcion de su matrimonio.

Se probaba la alhaja, deteniéndose ante el espejo. Al fin la dejaba por ahí, y se iba a su cuarto. Kassim se levantaba a oír sus sollozos, y la hallaba en la6cama, sin querer escucharlo.

QUIROGA, Horacio. Cuentos de Amor, Locura y Muerte, Editores Uruguayos, Montevideo, 2004, p. 35.

Tal y como los vocablos MONTAJE (ref. 1) y ORIGEN (ref. 2), son heterogenéricos, mejor dicho, divergen del portugués en el género:

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