UECE 2008

Primero fue el viento. Más tarde, como un relámpago, como una lengua de plata en el cielo, fue anunciada en el valle del Anáhuac 1la tormenta que lavaría la sangre de la piedra. 3Fue mucho después de la ofrenda que anocheció y se escucharon atronadoras descargas; pronto apareció en el cielo una serpiente plateada que se vio con la misma fuerza en muy distintos sitios. 4Enseguida empezó a llover de una manera pocas veces vista. Llovió toda la noche y a lo largo del día siguiente. Durante tres días no cesó de llover. Llovió tanto que los sacerdotes y sabios del Anáhuac se alarmaron. Ellos estaban acostumbrados a escuchar y a interpretar la voz del agua pero 5a la sazón sintieron que Tláloc, el dios de la lluvia, 6no sólo trataba de decirles algo sino que, por medio del agua, había dejado caer sobre ellos una nueva luz, una nueva visión que daría otro sentido a sus vidas, y 7aunque todavía no sabían claramente cuál era, 8así lo sentían en sus corazones. 2Y antes de que sus mentes interpretaran correctamente la profundidad del mensaje, que el agua explicaba cada vez que se dejaba caer, la lluvia cesó y el sol resplandeciente afloró en toda su magnitud y se reflejó en la multitud de espejos, de pequeños lagos, ríos y canales que las lluvias habían dejado colmados de agua.

            Ese día, lejos del valle, una mujer luchaba por dar a luz su primogénito. Su suegra, que actuaba como comadre, no sabía si prestaba oídos a su parturienta nuera o al mensaje del dios Tláloc.

            No le costó trabajo decidirse por la esposa de su hijo. El parto era complicado. A 10despecho de su gran experiencia nunca había ayudado en un alumbramiento como ése. Durante el baño en temascal - inmediatamente anterior al parto - ella aún no había detectado que el feto estaba mal acomodado. 11Todo parecía estar en orden. 12Sin embargo, el esperado nacimiento se tardaba más de lo común.

            La fuerte lluvia era el único sonido que acompañaba los gemidos de la joven parturienta. Después de que el agua habló, un gran silencio fue sembrado y 9sólo lo rompió el llanto de una niña a quien nombraron Malinalli.

            La recién nacida fue recibida por los brazos de su abuela paterna, quien presintió que ella estaba destinada a una vida de perplejidades, en la que iba a perderlo todo y, 13a la vez, encontrarlo todo. Lo que la abuela no alcanzó a percibir fue que la primera pérdida que esa niña iba a experimentar en su vida estaba demasiado cerca y, mucho menos, que ella misma se iba a ver fuertemente afectada. Lo último que en ese momento hubiera pensado era que podría perderla. Así, la abuela, que había participado activamente durante el parto, miró con alegría y llena de embelezo cómo MalinalIi abría los ojos y movía vigorosamente sus brazos.

ESQUIVEL, Laura. Malinche. Colombia: Suma,2005, p. 9-11. Adaptado.

 

 "...la tormenta que lavaría LA SANGRE de la piedra" (ref. 1) y "antes de que sus mentes interpretaran correctamente la profundidad DEL MENSAJE" (ref. 2)

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