UECE 2007

            Uno se duerme; eso es todo. Nadie dirá jamás el instante en que las puertas se abren a los sueños. Aquella noche, 1hacia las nueve, me dormí como siempre, y 2tuve como siempre un sueño.

            Aquella noche soñé que me sentía mal. Que me moría 3despacio, con cada fibra. 5Un horrible dolor en el pecho; y cuando respiraba, la cama se convertía en espadas y vidrios. Estaba cubierto de sudor frío, sentía ese espantoso temblor de las piernas que ya una vez, años atrás... Quise gritar, para que me oyeran. Tenía sed, miedo, fiebre; una fiebre de serpiente, viscosa y helada. A lo lejos se oía el canto de un gallo y alguien, desgarradoramente, silbaba en el camino.

            Debía soñar mucho tiempo, pero sé que mis ideas se tornaron súbitamente claras y que incorporé en la oscuridad, 6temblando, todavía bajo la pesadilla. Es inexplicable como la vigilia y el ensueño siguen entrelazados en los primeros momentos de un despertar, negándose a separar sus aguas. Me sentía muy mal; no estaba seguro de que aquello me hubiera ocurrido, 4pero tampoco me era posible suspirar, aliviado, y volver a un sueño ya libre de espantos. Busqué el velador y creo que lo encendí porque los cortinados y el gran armario se anunciaron bruscamente a mis ojos. Tenía la impresión de estar muy pálido. Casi sin saber cómo, me hallé de pie, yendo al espejo del armario con un deseo de mirarme la cara, de alejar el inmediato horror de la pesadilla.

            Cuando estuve ante el armario, pasaron unos segundos hasta comprender que mi cuerpo no se reflejaba en el espejo. Bien despierto, habría sentido erizárseme el cabello, pero en ese automatismo de todas mis actitudes me pareció simple explicación el hecho de que la puerta del armario estaba cerrada y que, por lo tanto, el ángulo del espejo no alcanzaba a incluirme. Con la mano derecha abrí rápidamente la puerta.

            Y entonces me vi, pero no a mí mismo. Es decir, no me vi ante el espejo. Ante el espejo no había nada. Iluminado crudamente por el velador estaba el lecho y mi cuerpo yacía en él, con un brazo desnudo colgando hasta el suelo y la cara blanca, sin sangre.

CORTÁZAR, Julio. Cuentos Completos/1. España, Editorial Alfaguara, 2005, pp. 60/61.

 

En "Un horrible dolor en el pecho" (ref. 5) consta el término DOLOR, divergente del portugués en el género. Identifique la opción que NO contiene un sustantivo heterogenérico.

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