UECE 2008

            Al día siguiente, el niño, que se llamaba Peter, se despertó 1tras un sueño intranquilo y se encontró convertido en una persona gigante, un adulto. 5Quiso mover los brazos y las piernas, pero eran bastante pesados y el esfuerzo fue excesivo para él tan 8temprano por la mañana. De modo que  tuvo que quedarse quieto y escuchar los pájaros que estaban al otro lado de la ventana y que lo miraban. La habitación era la misma, 2aunque parecía mucho más pequeña y, además, daba la impresión de que hacía tiempo no la limpiaban. Tenía la boca seca, le dolía la cabeza y se sentía algo atontado. Le dolió parpadear. Se dio cuenta de que había bebido demasiado vino la víspera. Y 9quizá también había comido en demasía, porque sentía el estómago lleno. Y había estado hablando mucho, puesto que le dolía la garganta.

            Gruñó y se puso de espaldas. 6Hizo un enorme esfuerzo y logró levantar un brazo y llevarse la mano a la cara para frotarse los ojos. La piel a lo largo de la mandíbula raspaba al tocarla, como un papel de lija. Tendría que levantarse y afeitarse antes de poder hacer cualquier otra cosa. Y tenía que ponerse en acción porque había un montón de cosas por hacer, recados que cumplir, tareas que realizar. Peor, antes de poder moverse, se quedó sorprendido por la visión de su mano. ¡Estaba cubierta de gruesos pelos negros y rizados!

            Se levantó y se sentó en el borde de la cama. El rostro denunciaba su sobresalto. Tenía el cuerpo peludo por todas partes, con nuevos músculos en los brazos y las piernas. Cuando por fin se puso de pie, casi se dio en la cabeza con una de las vigas bajas del desván, que era su dormitorio.

            - Esto es ridículo - empezó a decir, 3pero su propia voz le sorprendió.

            Necesitaba lavarse los dientes y hacer gárgaras. 10Al cruzar la habitación4 hacia el lavabo, las tablas del suelo crujieron bajo su peso. Cuando llegó al lavabo, 7tuvo que acurrucarse para examinarse la cara en el espejo.

            Descubrió que sabía afeitarse. Había observado muchas veces a su padre. Al acabar, la cara se pareció más a la suya. De hecho era mejor, menos hinchada que su cara de once años, con una mandíbula sobresaliente y una mirada atrevida. No está mal, pensó.

            Se vistió con la ropa que había sobre una silla y bajó. Imaginó que todo el mundo iba a sorprenderse, en el desayuno, cuando lo vieran diez años mayor y treinta centímetros más alto que la noche anterior. 11Empero, nadie dijo nada. Cuando terminó de comer, salió al jardín y se detuvo ante el riachuelo. Era un hermoso día. El 12agua que corría bajo el puente de madera producía un agradable sonido y él estaba excitado con su transformación.

            Cruzó después el jardín hasta llegar al camino elevado por el que había pasado 13antaño el ferrocarril. Había llegado a su destino.

(McEwan, Ian, En las Nubes, Editorial Anagrama, Barcelona, 1994, pp.140-143. Adaptado.)

 

 El adverbio "temprano" (ref. 8) tiene como antónimo:

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