UERJ 2012

Eufemismo

 

Las plazas están abarrotadas de héroes de bronce, literatos de mármol y pensadores de piedra, pero no hay ningún monumento al sagrado eufemismo que tantas y tantas ventajas nos procura. Aprendimos a no decir la verdad descarnada. Aprendimos a tener una doble cara, una doble vida, una moral y otra inmoral, una cívica y otra rebelde, dos personalidades a menudo irreconciliables.

Tenemos la creencia de que sin una pizca de hipocresía y una disposición favorable hacia el otro, el mundo sería invivible, una selva terrorífica de dardos veraces en busca de la primera víctima inocente.

De entrada parece que el lenguaje tenga culpa de todo, pues decimos lo que decimos en parte porque lo hemos heredado con una carga patriarcal, sexista, racista, supersticiosa, legitimadora del poder entre otras cosas. Así que cuando nombramos algo no sólo lo señalamos, lo evocamos y lo definimos (que en eso radica la función de la lengua), sino que también lo discriminamos o lo estigmatizamos a gusto de nuestra ideología.

Las minorías arremeten contra los abusos del lenguaje y el movimiento “políticamente correcto” lucha para corregir las discriminaciones que mantiene nuestra cultura dominante. Sin embargo, no por decir persona madura en vez de viejo cambia con ella la realidad o la discriminación que sufren estas personas en una sociedad profundamente desigual. Porque antes que las palabras está el pensamiento del individuo del cual aquellas brotan, pero este pensamiento no es nada sin la mentalidad colectiva donde se sostiene. Por eso, fijémonos más en la carga que pone el individuo y los grupos en las palabras y no en las palabras mismas que en última instancia son neutras.

Es cierto que cambiando una palabra por otra cambiamos el acento desvalorizador que aquellas tenían, pero también hemos de tener en cuenta que añadimos a las nuevas los acentos y los intereses del grupo, minoritario o mayoritario, que reclama la corrección.

El poder suele tener un punto ciego, una voluntad de dominación aunque se rodee de mensajes populares y humanistas, y una de sus mejores armas es el discurso que parece decir algo pero no dice nada. Discurso que confunde porque da la impresión de querer agradar a todos pero, a decir del ojo atento, lo que quiere es atontar para desviar la mirada de lo verdaderamente importante, aquello que evidentemente no se puede destapar.

Nuestros oídos están acostumbrados a esa capa de irrealidad al que nos tiene acostumbrados el mensaje político, militar y económico, de tal manera que cuando un país hegemónico invade otro país es por el nuevo orden mundial y a favor de la democracia. Si la empresa te despide, debemos decir reajuste de recursos humanos.

Cuando leo el periódico o veo la televisión intento leer entre líneas y estar atento para distinguir lo que se dice de lo que realmente se quiere decir y poder adivinar lo que no se dice pero que es lo verdaderamente importante. Por otro lado, cuando hablo o escribo utilizo las mismas palabras que todos utilizamos (de alguna manera nos hemos de entender), pero procuro ver la intención que las mismas palabras embeben o el corazón que late entre ellas.

El tesoro del lenguaje es que nos hace vivir mundos inimaginables y además nos permite comunicarlos, pero el peligro de éste es que nos eleva por encima de la realidad dejándonos ante el abismo que nos separa de ella. El silencio es su terapia y por eso, a veces, recuerdo un dicho sabio de los indios norteamericanos que dice: ¡escucha o tu lengua te volverá loco!

JULIÁN PERAGÓN 
www.concienciasinfronteras.com

 

 

Según el texto, sería justo erigir un monumento al eufemismo ya que su uso se impone como modo de vivir en sociedad.

Ese uso del eufemismo hace que las relaciones entre las personas sean consideradas como:

Escolha uma das alternativas.