UESC 2011


Una clase sin clase


Desde que los nuevos políticos asumen el poder ya nadie habla de una “clase política” que, por definición, tendría que ser un estrato social predestinado para ejercer altas funciones públicas. ¿Se ha extinguido la especie o se ha devaluado socialmente la política como profesión? No: solo han cambiado las caras y las ropas.

 

No existe ley biológica ni sociológica — tampoco un mandato divino — que reserve para ciertos individuos el privilegio de gobernar, y lo correcto sería hablar de una claque, calaña o caterva de individuos sin clase que usufructúan el erario. Digo “sin clase” porque aunque tuviesen sangre azul o fueran de “buena familia”, no tienen prestancia ni dignidad, dimensión humana ni personalidad, son caraduras.

 

¿Cómo podíamos exigirles grandeza, esa rara virtud que distingue a los grandes hombres? Sócrates, Séneca, el Mariscal Sucre, Abraham Lincoln fueron nobles en la victoria, valerosos en la derrota y supieron vivir y morir con dignidad. Hombres así no nacen todos los días; pero ya que alguien tiene que gobernar y legislar, deberían ser como mínimo individuos con clase, que se respeten a sí mismos, ya que no respetan a los ciudadanos ni a las arcas fiscales.

 

No es cuestión de vestir corbata o no, pues el valor de los hombres se determina al constatar cómo actúan en momentos de éxito y en situaciones adversas. Rara vez actuamos con convicciones: si nos despiden por inmorales o por incapaces, reaccionamos instintivamente o por reflejos, con soberbia, con despecho, ignorando los valores que proclamamos a diario, y rara vez actuamos siguiendo nuestros contenidos de ciencia. [...]

 

El mundo está gobernado por gentuza soberbia en sus victorias baratas, solapada en sus rutinas y rencorosa en sus derrotas. En la cabeza, en el corazón y en las tripas de los buscadores de poder hay un confuso amasijo de torcidos sentimientos, bajas pasiones y mezquinos intereses. Toda su conducta está condicionada por la ambición, el despecho, el resentimiento, la envidia, el rencor, la soberbia, el cinismo, la impotencia y la mezquindad. ¿Cómo esperar de ellos un acto de gratitud, de desprendimiento, de nobleza?

 

A esta “clase” sin clase le es fácil ganar dinero, honores y prebendas; pero le es difícil vivir con dignidad. Soberbios con el trasero asentado en el trono, muestran su verdadera estatura cuando lo tienen flotando. En su pequeñez, solo les importa su propia panza y su estrecho ego. Es difícil saber si son más peligrosos cuando desgobiernan o cuando hacen oposición. [...]

 

Hay algo chueco en esas oscuras mentes, quizá conceptos confusos del bien y del mal, un desvergonzado cinismo o un divorcio entre la cabeza y el cuerpo. Sienten con las tripas, piensan con las patas y actúan con las uñas. Por eso el país está en ruinas después de incontables revoluciones, reformas, reestructuraciones, nacionalizaciones, capitalizaciones y otras mágicas recetas.

 

La “clase” política no es una especie en extinción, y su falta de clase se advierte en la soberbia con que los políticos emergentes actúan frente a graves problemas. Quienes gobiernan o legislan no pueden ser hombres del montón y deberían tener por lo menos clase, ya que no podemos exigirles grandeza.
VeDOBLE. Una clase sin clase. Disponível em:< http:// www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20100815/una-clasesin-clase_85200_162592.html#loscomentarios> Acesso em: 15 ago.2010. Adaptado

 

El titulo del texto hace referencia a los
 

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