UECE 2010

En el bar La Vuelta suena una canción. Quique González está cantando y él percibe lo que dice el estribillo: Estoy cansado de perder. Le gusta la canción, pero no es lo mejor para empezar. Es el único cliente, lo que hace que se sienta aliviado y tranquilo. Nadie podrá preguntarle nada. Los camareros, Antonio y Enrique, lo conocen. Y, ya se sabe, los de verdad escuchan, callan y hablan si el cliente les da conversación. Su vida ha llegado a un punto en el que las preguntas son molestas. Sobre todo la más simple y cortés: ¿Cómo estás? No parece lo que es, un hombre solo y triste. Viste bien, la ropa soporta el paso de tiempos mejores. Nadie diría lo que es. Sobrelleva que le den los buenos días, aguanta el intercambio ritual del estado del tiempo y poco más.

Sólo bebe café, y agradece que quieran invitarle a una copa, pero a ese punto en el que el alcohol mañanero define el día no quiere llegar. Ni siquiera comenta la prensa deportiva. En otros tiempos la eliminación del Barça en Champions, o los cuatro goles que el sábado le metió al Villarreal, hubieran sido argumento para 1bromas e ironías. Pero no están las cosas para eso, y menos para perder el tiempo. Nunca pensó que perderlo en sus circunstancias iba a resultar tan oneroso para su ánimo. Habla poco, y en el bar lo saben. Las miradas son elocuentes. Si con los ojos se entienden, para qué utilizar las palabras. En casa, el lenguaje de los ojos es inútil. Las preguntas, por muy cariñosas que sean, pesan como losas. Quiere a su mujer, pero la quiere con la pena que marcan los días sin expectativas. A sus hijos procura no verlos, por eso se va antes de que ellos despierten. Ante el primer café mira el reloj: las ocho de la mañana. Dios, piensa, qué 2largos son los días para los que deseamos que sean cortos. Mientras repara en este deseo que ya dura cerca de dos años abre el periódico: «Se confirma el dato destripado por ABC el martes: 4.600.000 españoles buscan un trabajo que no encuentran». Son demasiados. Quizás haya más posibilidades si juego a la lotería, piensa.

En la radio un periodista se lamenta ante sus oyentes porque no tiene ninguna noticia buena para dar, sólo la del tiempo primaveral que, para colmo, va a durar poco. ¡Cómo está el país!, dice alguien. El hombre apura el café y escucha la voz de Zapatero por la radio: Hay signos de que lo peor ya ha pasado. Deja unas monedas y, cuando sale a la calle, siente un dolor en la sien. Lo reconoce. Pasa cuando se pregunta, ¿y ahora adónde voy? Con paso cansino marcha a El Retiro. Allí, sentado en el mismo banco de todos los mismos días piensa: Pero, cómo puede decir ese hombre 3que lo peor ha pasado, cómo puede decirlo. Son las 8,15 de la mañana. Y está empezando el día también para él.

 Félix Madero (Periódico El ABC, Madrid, España, 03.05.2010)

 

En la expresión “bromas e ironias” (ref. 1) hay una regla de eufonía. Según la misma regla y sus excepciones, lo correcto está en:

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