PUC-RJ 2010

Dar palmadas a los hijos para que obedezcan, ¿sí o no?

En los últimos diez años han aumentado las voces contra el maltrato infantil. Algunos padres, sin embargo,

defienden la idea de que a veces hace falta una nalgada.

- ¿Te pegaron de niña?

- Sí, pero no como para traumatizarme.

La respuesta es de Verónica Fierro, una joven de 29 años, quien al recordar las pocas veces que su mamá la zarandeó por desobediente, dice: “Me lo merecía”.

Su opinión riñe con las tendencias, cada vez más marcadas a eliminar cualquier tipo de maltrato a los niños, tanto en el hogar como en los colegios.

De acuerdo con la psicóloga Claudia Jiménez Chacón, de la Asociación Afecto, “así sea duro o despacito, un golpe, una cachetada o un empujón son actos agresivos, violentos” que deberían evitarse, pues tienen repercusiones en el desarrollo emocional del niño que se reflejan incluso en la vida adulta. 3Así, la persona que ha sido educada con agresión es más propensa a depender de la presencia del jefe o de una autoridad para funcionar correctamente, mientras que quienes fueron criados en ambientes más amables tienden a ser más autónomos y responsables de sus actos. En la sociedad eso se nota, por ejemplo, en el cumplimiento de las reglas de tránsito. “Unos actúan por miedo al castigo y otros porque tienen conciencia de las consecuencias y respeto por las normas”, indica la psicóloga.

Pero más allá de ese ejemplo, que probablemente tiene otras explicaciones posibles, lo cierto es que en Colombia, el 65 por ciento de los padres y madres dice haberle pegado por lo menos una palmada a su hijo o hija en alguna oportunidad. Y de ellos, el 76 por ciento dice sentir culpa, de acuerdo con un estudio de la fundación Save the children en el país. Según Roger Dávila, coordinador de protección de la entidad, el castigo corporal y el abuso físico tienden a perpetuarse y a hacerse una conducta contínua. Es decir que tras el primer golpe es fácil dar el segundo. Y, así mismo, repetir el patrón con los hijos.

Sin embargo, socialmente está permitido reprender con palmadas a los niños, e incluso hay un círculo de pediatras que defienden esa práctica.

Las causas más frecuentes para que los niños reciban castigo físico son rebeldía, pataletas y falta de respeto. Y justamente por esas razones, Verónica ha debido “darle palmadas” a su hija de 11 años en contadas ocasiones. “Con moderación, pero le han caído bien”, señala la madre, que asegura, sin embargo, que 2ese no es el primer método al que recurre cuando se trata de llamarle la atención, pues antes recurre al diálogo.

Como ella, hay un 27 por ciento de padres que considera el castigo físico necesario para educar a sus hijos, de acuerdo con una encuesta realizada en Bogotá, Cali y Medellín por el Ministerio de Protección, la Universidad del Valle y el Instituto Cisalva.

Una guía para el ‘uso de la nalgada disciplinaria’ expidió hace dos años la Asociación Americana de Pediatría. En ella se señala que “una palmada debe ser siempre motivada por el amor, con el propósito de enseñar y corregir”. Indica, además, que puede usarse cuando “el mal comportamiento persista” pese a haber intentado antes agotar las palabras, las explicaciones y las mediaciones con el niño. “La palmada, obviamente, es lo último, no lo primero”, advierte por su parte la psicóloga Sonia Lancheros para quien esa manifestación permite imponer autoridad en momentos extremos.

Porque “si no se ponen límites, al niño nada le va a importar de ahí en adelante”. Lancheros enfatiza también en que el castigo no se trata del golpe en sí mismo sino de lo que éste representa.1”Al niño no le duele tanto la palmada como la sensación de pérdida del afecto de quien lo golpea”. Y a propósito, los pediatras indican que esto solo pueden hacerlo sus padres o algún adulto con una relación familiar muy estrecha, y, en cualquier caso, seguido de una reflexión sobre lo que motivó la nalgada con el fin de recuperar la cordialidad de la relación.Y, “claramente, no se trata de darles palmadas todos los días o por cualquier cosa”, dice la psicóloga.

Guía para educar a nuestros hijos - Imponer normas y límites coherentes a los niños y niñas, hacerlas respetar y castigarlos con firmeza y claridad cuando se salten la norma, pero sin pegarles ni humillarlos.

- Educar a los niños y niñas en derechos y responsabilidades, fomentando su autonomía.

- No chantajear afectivamente a nuestros hijos ni dejarnos chantajear por ellos.

- Enseñar a pedir perdón, y pedirlo cuando nosotros nos equivocamos.

Texto adaptado del periódico colombiano El tiempo, sección Vida de hoy – 09/08/2009.

Una cachetada es una palmada que se da en:

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