UNEAL 2007

UN CIERTO OPTIMISMO AL ENTRAR EN EL 2007

Prefiero reanudar mis notas de 2007 con un cierto optimismo. No les voy a hablar, por lo tanto, de ETA, ni del presidente Zapatero, ni del indecente final de un tirano que murió en la horca para vergüenza de quienes abominamos la pena de muerte aunque sea para el más inicuo de los déspotas.

Quiero hablar de Europa el día en que dos nuevos estados, Rumanía y Bulgaria, han entrado en el espacio democrático más plural y más diverso del mundo. Somos unos 500 millones de ciudadanos, hablamos varias docenas de lenguas, venimos de las raíces culturales que han configurado la civilización europea y no tenemos intención de entregarnos a las barbaridades de la guerra, porque los países libres no suelen dirimir sus diferencias entre sí con las armas.

Los europeos hemos sido creados y destruidos muchas veces por guerras de uno contra otro, de uno contra todos o de todos contra uno. Hemos aprendido a vivir en la diversidad y en la aceptación de nuestras diferencias. Cualquier otra alternativa puede ser catastrófica.

Desde el mar Negro al mar Báltico, desde Helsinki a Lisboa y desde las islas de Malta a la de Irlanda, se ha creado una Unión tan sólida como vulnerable. Europa ha pasado de ser una incubadora de guerras internas y mundiales a una correa de transmisión de paz y democracia. La fórmula es bien sencilla: se ha incorporado la legalidad internacional que se ha convertido en un efecto llamada, a juzgar por los varios aspirantes que llaman a la puerta desde el exterior de lo que podría denominarse como los límites naturales del continente.

No existen garantías para que este formidable experimento perdure. El mundo no es un paraíso y la condición humana, individual y colectiva, tiende a las crisis, a los enfrentamientos y a las guerras. Pero hasta aquí hemos llegado y nos tenemos que felicitar todos. Especialmente los que hemos vivido largas temporadas de falta de libertades, los que hemos visto Europa partida por dos bloques militares, económicos y políticos, los que tenemos una colección de pasaportes con matasellos fronterizos de un continente dividido por pueblos que en mala hora invocaron la "razón de estado" para defenderse.

Europa es más que un club de amigos. Es una realidad jurídica, política y económica. Con problemas de todo orden y con dificultades de convivencia que nos pueden parecer insuperables. Es una supraentidad en la que se valoran los derechos y la dignidad de las personas, en la que no existe la pena de muerte, en la que se puede viajar sin que a uno le pregunten adónde va o dónde viene.

La Unión Europea no tiene un ejército para defender su extraordinario potencial económico ni para garantizar la seguridad si fuera amenazada desde el exterior. Dispone de mecanismos internos para que se cumpla la ley y se respete a las personas. Esta debilidad es posiblemente su gran fortaleza. Entran en el club quienes aceptan las reglas del juego. La prensa norteamericana señala hoy que muchos países están desviando sus reservas monetarias del dólar al euro. Hace poco lo han anunciado los Emiratos del Golfo, Suiza, Rusia y Venezuela. Irán y China están colocando cada vez más divisas en euros abandonando el dólar. La gran incógnita es si estamos ante decisiones coyunturales o se trata de una corriente de fondo que los estrategas monetarios de muchos estados están valorando a más largo plazo.

Estados Unidos fue el gran vencedor del siglo pasado. Luchó y derrotó a las dos tiranías que en nombre de la superioridad de una raza o en nombre de la ideología del hombre nuevo causaron tanto dolor y muerte a tantos millones de personas. Empezaron el tercer milenio con una indiscutible hegemonía económica, política y moral. Pero la gestión de esa superioridad ha tropezado donde tropiezan los grandes imperios que en la historia han sido: han confundido la razón con la fuerza.

Con los recientes episodios de Oriente Medio han perdido su credibilidad porque han pensado que con la fuerza se puede imponer la democracia. Los europeos tenemos que avergonzarnos de nuestro pasado y tenemos que agradecer la intervención americana para ahuyentar nuestros fantasmas históricos, en varias ocasiones en el siglo XX. Pero hemos aprendido a trompicones cómo se puede convivir en la diferencia pacíficamente. No hay garantías de que esta situación perdure. Precisamente por ello hay que ser realistas y no cometer errores de bulto que puedan echar por la borda cuanto se ha conseguido.

No quiero ni pensar qué sería de nosotros si nuestras aficiones fratricidas no fueran atemperadas por esta Europa que ha apostado por el derecho y no por la fuerza.

Lluís Foix, La Vanguardia de Barcelona, 02/01/2007

Considere la siguiente oración, que aparece en el tercer párrafo del texto: Cualquier otra alternativa puede ser catastrófica. Indique, a continuación, cuál sería su plural correcto.

Escolha uma das alternativas.